Yo soy la reina de la mediocridad, lo más probable es que soy la persona más normal que has conocido en tu vida. La tarea más difícil fue aceptar que no soy especial. Como para Emil Sinclair, el personaje principal en Demian de Hermann Hesse eso para mí también fue lo más duro, lo más costoso y lo más destructivo hasta el punto que casi me mató. Pero está hecho, lo he asimilado: no soy especial, no soy mejor que nadie, no puedo ofrecer nada que no haya existido ya. Estoy condenada a vivir una vida en la sombra: trabajo de oficina 8 to 5, pisito de alquiler, sexo mecánico los sábados por la tarde, bodas de amigos que dos años después se divorcian sin el falso glamour de los festejos anteriores, veranos en la playa de Benidorm, a los 32 dos hijos medianamente guapos o feos, depende como lo veas y celulitis, claro. Cuando te das cuenta que el camino a la felicidad en la mayoría de casos nos es más que un desvío largo y asqueroso que no te lleva a ninguna parte, eso es cuando ya has descubierto el secreto. Por otro lado no es lo mismo tener analizado el problema como tenerlo solucionado, ser conciente de tus debilidades no significa que las has eliminado, al contrario; es aún más doloroso, porque una vez que sabes que es lo que falla y no verte capaz de sacarte a ti mismo de la porquería te puede llegar a destrozar. Un primer paso puede ser reconocer que los sentimientos son tramposos; lo que hoy te pueda parecer necesario para sobrevivir, mañana te corta el cuello, o peor: te anula la personalidad. Y suponiendo que somos más que los animales por el hecho de pensar y razonar, ¿cuál tendría que ser la consecuencia de todo esto? ¡No atarte! Ni a personas, ni a cosas, ni a sitios, no atarte sentimentalmente a absolutamente nada, porque solo eso puede llevarte a la libertad.
¿Por qué soy la reina de la mediocridad si todo eso suena tan culto y tan interesante? Porque yo sé todo esto, y si no es en mis horas bajas y oscuras, me da igual. Firmo la hipoteca, me compro un coche, voy a bodas, como y sonrío mucho, estoy casada con el Digital Plus, y socia del Real Madrid, de vacaciones siempre voy a Portugal, al Algarve, el trato es inmejorable, y si hace falta se habla español. Siempre al mismo hotel, claro. A menudo me enamoro de la gente equivocada y estoy desencantada con la gente valiosa en mi vida, bebo Actimel y si hace falta compro el pack ahorro, aunque me cueste más, me importa mi peinado, y cada vez más las arrugas alrededor de mis ojos. Los viernes visto casual, y al jefe le hago la pelota aunque me caiga fatal, él no lo sabe, total cree que soy tonta, y por eso no me molesta mucho. Es este el truco, pero eso ya lo sabías supongo. Si te ven inofensivo y ligeramente retrasado te dejan en paz, lo que me hace la reina de la mediocridad es no destacar en nada, pero tampoco fallar mucho, solo lo justo para que no se sientan seguros, para que nunca se fíen del todo de mi.
No te preocupes, ya ves, estoy bien, encajo, nunca he sido la chica puteada en el patio del colegio, siempre me he sentado atrás en el autobús al instituto, y aunque no fuera la más guapa, en el recreo solía estar con las chicas de moda. A veces incluso conseguía ligar con alguno del equipo de fútbol. Lo más importante es conservar las apariencias, o la autoestima. No sé, cada día me cuesta más diferenciar una cosa de la otra, para no hablar de lo que cuesta mantener esas simples apariencias, las risas, las comidas con los “compañeros” del trabajo, las cenas con gente que apenas conozco, las conversaciones sin contenido, las canciones con la misma melodía siempre. Me va consumiendo intentar no pensar sin que estalle, cada día pienso que ya no puedo más, pero luego sigo, y sigo con una sonrisa... Si vives en Bagdad no tienes tiempo de pensar en el vacío que domina tu vida y en lo poco realizado que te sientes; estás ocupado intentar sobrevivir. Si te duele el cuerpo no puedes pensar en lo mucho que te duele el alma al reconocer por fin que no hay sentido. Te llenas la vida con chorradas, te aficiones a dos o tres series, te compras un gato, y una bicicleta, vas al bádminton y al gimnasio, y ya tienes las tardes ocupadas, pero es como si intentarás taparte con un cojín, nunca será suficiente. A lo mejor no te parece, pero de momento soy la persona más normal que has conocido en tu vida.